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Satanás Infiltrado en la Iglesia (1913, 1960 y 1973)

  • Foto del escritor: Lucas Gelásio
    Lucas Gelásio
  • 24 jun
  • 2 Min. de lectura

Jesucristo apareció al Padre Pío el 28 de marzo de 1913. Tenía una apariencia herida y desfigurada. Mostró al santo muchos sacerdotes, algunos de ellos quitándose las vestiduras sacerdotales. Jesús los miraba, angustiado, hasta que dejó caer dos lágrimas. Luego se alejó exclamando: “¡Carniceros!”


A continuación, Nuestro Señor dijo: “La ingratitud y la somnolencia de Mis ministros hacen que Mi agonía sea aún más grande. ¡Ah! ¡Cómo responden mal a Mi amor! Lo que más Me angustia es que, a su indiferencia, agregan su desprecio y su incredulidad. Cuántas veces estuve cerca de aniquilarlos, pero fui contenido por los ángeles y por las almas enamoradas de Mí…”


Padre Gabrielle Amorth, fallecido exorcista del Vaticano, tuvo contacto con Padre Pío y relató que la apostasía en la Iglesia era la preocupación que más atormentaba al santo. Alrededor de 1960, lo escuchó profetizar: “Satanás ha ingresado en el seno de la Iglesia y dentro de muy poco tiempo vendrá a gobernar una falsa Iglesia.”


La frase del estigmatizado de Pietrelcina se asemeja al mensaje de Nuestra Señora para la vidente Hermana Agnes Sasagawa, también estigmatizada, en Akita, Japón. El 13 de octubre de 1973, la Virgen le dijo: “La obra del diablo se infiltrará incluso en la Iglesia. Veremos cardenales contra cardenales, y obispos contra obispos. Los sacerdotes que Me veneran serán despreciados y condenados por sus hermanos. Iglesias y altares serán vandalizados. La Iglesia estará llena de aquellos que aceptan acuerdos y el Demonio intentará que muchos sacerdotes y religiosos abandonen el servicio del Señor.”


Como forma de mitigar el problema, la Virgen de Akita también dijo: “La oración, la penitencia, la honesta pobreza y los valientes actos de sacrificio pueden mitigar la ira del Padre Celestial.”


En medio de la crisis de la Iglesia, que tanto hiere a Nuestro Señor, aún hay almas enamoradas que valientemente se sacrifican para reparar los corazones de Jesús y de María. Ellas disminuyen la ira de Dios, detienen los castigos divinos y merecen nuestras oraciones.


Recen por las almas reparadoras y por los sacerdotes, para que resistan las tentaciones de nuestros tiempos. Que las personas que están alejadas de la Iglesia regresen a casa.

Traducido por: Katia Nogueira


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