Cuatro místicos que mantuvieron su identidad en secreto
- Lucas Gelásio
- 17 may
- 3 Min. de lectura

Cada cierto tiempo, alguien pregunta: ¿por qué el místico que recibió tal revelación no quiere hacer pública su identidad?
La pregunta, muchas veces, viene de un sentimiento honesto. En esos casos, siempre contesto las respuestas que ustedes ya han escuchado: los místicos suelen desear que el enfoque recaiga en el mensaje y no en ellos; las revelaciones no llegan cuando ellos quieren, sino cuando Dios las envía, por lo que de poco serviría a los demás saber quiénes son los videntes; entre otros motivos. Las revelaciones privadas no son necesarias para la salvación de las almas, pero Dios las envía al hombre para ayudarlo en situaciones específicas, como en las ocasiones en que los místicos San Francisco y Santa Catalina de Siena ayudaron a levantar la Iglesia en tiempos de crisis.
Sin embargo, en otras oportunidades la pregunta llega con tono de acusación, como si fuera inmoral que una persona quisiera preservarse y tener una vida retirada. En esos casos, el acusador empieza a sembrar desconfianza, perjudicando las virtudes de la justicia y la caridad. Bajo un disfraz retórico de cautela y prudencia, esconde su pecado de juicio implacable. Para empeorar, ejerce influencia en los demás para que lo sigan en el mismo error.
Para no caer en esa trampa, vale la pena meditar los comentarios de buenos autores espirituales que combatieron el juicio implacable y la difamación, como San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales; Tomás de Kempis, en la Imitación de Cristo; San Francisco de Sales, en la Filotea; y Francisco de Osuna, en el Tercer Abecedario Espiritual. Osuna incluso comenta que, cuando alguien juzga temerariamente que el otro ha cometido un pecado grave, recaerá sobre él la pena del pecado que atribuyó al acusado. Pocos se dan cuenta, pero este es el sentido de la quinta petición del Padre Nuestro: que seamos juzgados, así como juzgamos a los demás.
Resguardar la identidad de un místico nunca fue visto por la Iglesia con desconfianza. Incluso ya fueron canonizados santos que, durante su vida, optaron por mantener sus nombres en secreto. A continuación, se presentan tres casos de santos y otro poco conocido, pero semejante al material que he publicado. Además de esos, existen muchos más.
1) San Juan Bosco

Don Bosco recibió una revelación sobre un gran castigo futuro. Se la entregó por escrito a un amigo y le pidió que, sin decir su identidad, la pasara a algún prelado de Roma. La profecía llegó al Papa Pío IX y fue citada en La Civiltà Cattolica, sin información sobre el místico, en 1872.
2) Santa Catarina Labouré

La monja que recibió la revelación de la Medalla Milagrosa relató sus visiones solo a su superiora y a su director espiritual, y este se encargó de difundir la nueva devoción. La identidad de la vidente se mantuvo en secreto durante 46 años, hasta su lecho de muerte, en 1876.
3) San Antonio María Claret

El arzobispo de Cuba recibía revelaciones sobre un castigo futuro y sobre la comprensión del Libro del Apocalipsis. Cuando, en 1857, publicó el libro La Época Presente Considerada como Probablemente la Última del Mundo, comentando el Fin de los Tiempos, resguardó su identidad bajo la discreta sigla D. A. M. C.
4) Hermana M. d. l. C.

Una desconocida monja recibió revelaciones de un alma del purgatorio. Fueron publicadas bajo el título Manuscrito del Purgatorio, originalmente en francés, preservando su identidad. La traducción brasileña recibió imprimatur del obispo Don Paulo, auxiliar de São Paulo, en 1953.
Un testigo a favor de la Hermana M. d. l. C. fue nada menos que el Canónigo Dubosq, el promotor de la fe en el Proceso de Canonización de Santa Teresita del Niño Jesús. Él no vio nada de malo en mantener en reserva la identidad de la monja, y tampoco en la publicación de las revelaciones traídas por un alma del purgatorio.
¿Recuerdas algún otro caso que no fue citado? Déjalo aquí en los comentarios.
Traducido por: Katia Nogueira
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